Aristóteles

Ene 9, 2022

Enfoque de Aristóteles sobre la ética

Aristóteles siguió a Platón y Sócrates en las preguntas que identificó como centrales para el estudio de la ética. La pregunta clave de Sócrates es: «¿Qué tipo de vida se debe llevar?». En la NE Aristóteles plantea esta cuestión en términos de la noción de un bien último. Observa que si hay algún bien último al que todos aspiramos en las acciones, no será de poca importancia descubrirlo (NE, 1094a 1-26). Luego observa que todos llegan a un acuerdo verbal de que el bien humano último es una vida de eudaimonia (NE, 1094a 14-20). A pesar de este acuerdo verbal, existe un desacuerdo sobre en qué consiste la eudaimonía. Así que la pregunta clave de Aristóteles es, en efecto: «¿En qué consiste la eudaimonía?»

Dos observaciones sobre este planteamiento merecen ser hechas desde el principio. En primer lugar, la cuestión de lo que Aristóteles entiende por eudaimonía es objeto de cierta controversia. Lo que ya se ha dicho es simplemente que hay un acuerdo general de que es el bien humano supremo. En segundo lugar, Aristóteles inicia la discusión de esta cuestión con la afirmación de que toda acción humana tiene como objetivo algún bien. Esto también necesita ser examinado, pero este punto de partida ya muestra cómo para él la comprensión de la ética está ligada a una comprensión completa de la naturaleza de la acción humana.

Aristóteles también tiene en mente, como Sócrates y Platón, una segunda pregunta: «¿Paga la virtud?». No plantea esta cuestión explícitamente, pero está implícita en su investigación de la relación entre la vida de la virtud y la de la eudaimonia. La pregunta de si la virtud es rentable es muy parecida a la pregunta contemporánea: «¿Por qué ser moral?», salvo que aquí se expresa en términos del lenguaje de la virtud. Al adoptar ese lenguaje, Aristóteles sigue a Sócrates y a Platón en el desarrollo de un enfoque de la ética centrado en las virtudes. Es un teórico de la virtud. Pero no se limita a seguir a las autoridades. Hablar de virtudes como la justicia y la valentía era fundamental en el lenguaje cotidiano de los elogios y los reproches en su época, con los vicios y otros defectos de carácter igualmente relevantes. Ese lenguaje sigue teniendo sentido. En la vida cotidiana, los gritos por la justicia se escuchan en todo el mundo y aquellos que son valientes, o justos, o sabios, siguen siendo comúnmente considerados admirables. Al abordar la cuestión de si la virtud es rentable, los pensadores griegos reconocieron que la reflexión debe explicarnos por qué está justificado admirar a los virtuosos. Si se quieren mantener estas actitudes comunes, la reflexión necesita mostrar que no están equivocadas.

Una teoría de la virtud como la de Aristóteles tiene acceso a un rico vocabulario para la reflexión ética. La preocupación de Aristóteles no es simplemente el bien y el mal, sino el valor y la cobardía, la sabiduría y la necedad, la justicia y la injusticia. Su discusión es también una que puede permitir que la debilidad de carácter, o la fuerza de carácter (NE, 1145a 15-20), debe ser explicada por una teoría moral adecuada. En este sentido, se ha considerado que su enfoque es más sensible que las teorías contemporáneas rivales a los matices del debate moral cotidiano.

La ética de Aristóteles, por tanto, tiene un amplio marco proporcionado por las dos cuestiones señaladas anteriormente. Dentro de ese marco surgen otras cuestiones. En primer lugar, al examinar en qué consiste la eudaimonía tiene en cuenta destacadas opiniones existentes. En República (540a-b), Platón había indicado que la vida que los reyes filósofos desearían realmente era la de la indagación o reflexión intelectual. Los predecesores también habían debatido el valor del placer en una vida buena y la importancia de otros bienes externos como la riqueza y la amistad. Así, Aristóteles se interesa por el papel de todos estos competidores en una vida eudaimon. Esto surge directamente de atender a su primera pregunta, pero su respuesta a la misma le lleva a discutir la naturaleza tanto de la amistad como del placer; y a centrarse en el papel de la theoria (contemplación, o entendimiento reflexivo, tal vez) dentro de la eudaimonia.

En segundo lugar, mientras Aristóteles necesita detallar la naturaleza de la eudaimonia, claramente cualquier relato de su relación con la virtud requiere que también proporcione una definición de la virtud. Así, se enfrenta a la pregunta socrática «¿Qué es?» tanto en relación con la virtud en su conjunto como con respecto a las virtudes específicas. Del mismo modo, también tiene que abordar la cuestión de la relación entre las virtudes, si constituyen una unidad, o son en algún sentido idénticas. Luego, al desarrollar un relato completo, debe centrarse en el papel de las virtudes seminales como la justicia y el valor, así como la sabiduría práctica (phronesis), una virtud intelectual particularmente importante para la virtud ética.

En tercer lugar, la discusión de la virtud conduce a una discusión de la motivación para la acción. En los primeros diálogos platónicos se desarrolla lo que parece ser un relato socrático de la virtud, uno en el que todos los deseos apuntan al bien y la virtud se identifica así con el conocimiento (del bien), una posición que lleva a Sócrates a rechazar la posibilidad de la debilidad de la voluntad (como informa Aristóteles (NE, 1145b 21-35)). En República (434e-444e), Platón desarrolla una psicología moral que da cabida a tal fenómeno, por lo que requerirá un relato diferente de la virtud. A pesar de sus diferencias, lo que ambos predecesores dejan claro es que existe una estrecha conexión entre la virtud y la acción, y en particular que una explicación adecuada de la virtud implicará una psicología moral debidamente desarrollada. Aristóteles también los sigue, al considerar como una restricción para la adecuación de una teoría que ésta debe dar cuenta satisfactoriamente de las condiciones defectuosas, como la debilidad de la voluntad y el vicio. Así, la exposición de Aristóteles se centra en la naturaleza de la motivación (ética) y, en particular, en el papel de la razón y el deseo en la acción, y por tanto en su papel en una definición defendible de la virtud.

Por último, Aristóteles señala al principio de NE que la ética es una rama de la filosofía política (NE, 1094a 24-8). Así, para él, la investigación de la eudaimonía plantea la cuestión de la relación entre la consecución del bien último y el tipo de sociedad que habita el ciudadano. Este era, por supuesto, un tema clave de la República de Platón. Aristóteles lleva la cuestión más allá a través de un debate sobre la naturaleza humana y el desarrollo humano adecuado, que también se aborda en los primeros capítulos de la Política (1252a 1-1253a 39). Por lo tanto, también para Aristóteles la discusión sobre el individuo virtuoso se entrelaza con la reflexión sobre la sociedad justa.

Si estas son las cuestiones que abarca la teoría ética de Aristóteles al abordar sus dos preguntas principales, un esbozo de su enfoque puede concluir indicando la naturaleza general de su respuesta a esas preguntas.

Tomando las dos preguntas anteriores en orden inverso, Aristóteles defiende el punto de vista de que la virtud efectivamente paga. Lo demuestra argumentando que la vida activa de la virtud práctica, y no una vida de riqueza o placer, por ejemplo, constituye la eudaimonía.

Para defender más plenamente esta afirmación de que la virtud merece la pena, Aristóteles desarrolla sus concepciones tanto de la eudaimonía como de la virtud. Su explicación de la eudaimonía se basa en un argumento que introduce sobre la naturaleza humana. Esto se debe a que, en su opinión, el bien humano supremo se produce cuando un ser humano realiza su naturaleza, realiza (o actualiza) su potencial distintivamente humano. (En una imagen metafísica aristotélica, los miembros de un género biológico como el humano consisten en un conjunto de poderes o potenciales que se realizan o actualizan con el tiempo. Así, podríamos decir que un bebé humano tiene el potencial de hablar un idioma y, si se le educa y nutre adecuadamente, el ser humano en desarrollo realizará o actualizará ese potencial, convirtiéndose en un hablante fluido. En lo que sigue utilizaré la terminología de «realizar» el potencial). El potencial distintivo humano (o potencial esencial) es el potencial de vivir una vida guiada por la razón. Por tanto, el bien humano supremo se alcanza cuando un individuo realiza plenamente su potencial de racionalidad. Por lo tanto, la respuesta de Aristóteles a la primera pregunta es que la eudaimonía consiste en una vida máximamente racional.

A continuación, Aristóteles elabora y defiende una concepción de la virtud práctica tal que una vida de virtud práctica exhibirá la racionalidad al máximo (al menos en la esfera práctica). Así, sostiene que las virtudes son estados de carácter que permiten al agente razonar (prácticamente), y por tanto actuar, de forma plenamente racional.

Así es como la vida virtuosa produce eudaimonia. La vida virtuosa es la vida plenamente racional y los seres humanos son tales que el bien humano último, la eudaimonía, se realiza en una vida plenamente racional. Así, la virtud práctica y la eudaimonía están vinculadas, en opinión de Aristóteles, por el concepto de racionalidad, y su concepción de la naturaleza humana como poseedora de una meta o telos, de manera que el humano floreciente desarrolla plenamente esa racionalidad.

Como se ha señalado anteriormente, Aristóteles es consciente de las opiniones ampliamente extendidas de que el placer, la riqueza, la amistad y la buena familia son valiosos, y trata de acomodar estas opiniones dentro de su teoría. Así, sostiene que la vida plenamente virtuosa es realmente placentera, proporcionando un argumento que depende de un análisis de la naturaleza del placer. También indica la relevancia de la riqueza y la familia para la virtud. Por último, analiza la amistad sugiriendo que su forma paradigmática es la amistad de los virtuosos, e indicando que su significado está relacionado con la importancia del estado en la realización de una vida virtuosa individual.

Pero para empezar, hay que prestar atención a las observaciones de Aristóteles sobre el método en la ética. Ayudan a explicar cómo llega a su posición, así como a revelar lo que considera el propósito de la teoría ética. Ambos puntos son relevantes para el uso de la teoría aristotélica en la ética aplicada.

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