En 2005, un grupo de investigadores de la Universidad Case Western de Cleveland, Ohio, viajó al Tíbet para probar una hipótesis de por qué el pueblo tibetano no padece hipertensión arterial y otros males derivados de vivir a tanta altura. Encontraron la respuesta en el aliento de los tibetanos.
Los investigadores descubrieron que los tibetanos exhalan mucho menos óxido nítrico (NO) que un grupo de control que vive a nivel del mar. Es más, los pulmones de los tibetanos transfirieron el doble de óxido nítrico desde sus paredes pulmonares al torrente sanguíneo que los de sus homólogos que viven a nivel del mar. Se cree que el óxido nítrico contribuye a la expansión de los vasos sanguíneos. La sangre fluye con mayor facilidad, lo que permite que el corazón trabaje a un ritmo normal, debido a la disminución de la presión sanguínea por la expansión de los vasos.
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Eso significa que los corazones de los tibetanos pueden suministrar a sus cuerpos una mayor cantidad del menor oxígeno ambiental disponible en el aire. Con los vasos sanguíneos dilatados, los tibetanos pueden lograr esto con menos esfuerzo que una persona a la misma altitud cuyo sistema cardiopulmonar está acostumbrado a la presión cercana al nivel del mar.
Esto representa un fuerte ejemplo de la evolución de los humanos para adaptarse a su entorno. Los humanos que viven a gran altura se han adaptado a las inusuales condiciones atmosféricas, y es lógico que esto se encuentre en todo el mundo donde los humanos viven a elevaciones similares a las del Tíbet. Excepto que no es así.
El primer estudio sobre las personas que viven a gran altura se realizó en 1890, cuando el francés François Viault estudió el recuento de glóbulos rojos de las personas que vivían en la cordillera de los Andes de Sudamérica. Los glóbulos rojos transportan la hemoglobina, la parte de la sangre que transporta el oxígeno. Por ello, Viault teorizó que los habitantes de los Andes tendrían un alto recuento de glóbulos rojos. Estaba en lo cierto. Los andinos desarrollaron un proceso que compensa la falta de oxígeno disponible en el fino aire de las montañas. Pero este rasgo -o fenotipo- no se encuentra en los tibetanos. A la inversa, el mayor uso de óxido nítrico por parte de los tibetanos no se encuentra en los andinos.
Un tercer grupo, la gente de las tierras altas de Etiopía, no tiene ninguno de estos rasgos. De hecho, los habitantes del altiplano etíope no parecen tener ningún rasgo especial para compensar la vida a mayor altitud. Las características de sus sistemas cardiopulmonares -como la saturación de oxígeno y el recuento de hemoglobina- son prácticamente idénticas a las de las personas que viven a nivel del mar.
Es posible que los etíopes posean un rasgo que aún no se ha descubierto; los montañeses sólo se han estudiado una vez, mientras que los andinos se han estudiado durante más de un siglo y los tibetanos durante décadas. Pero las diferencias que se han encontrado entre andinos, etíopes y tibetanos representan la biodiversidad humana. Esto es significativo, porque es a través de la diversidad que una especie puede prosperar en la Tierra.
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