Cortisona, una hormona esteroidea producida por la corteza suprarrenal. Introducida en 1948 por su efecto antiinflamatorio en el tratamiento de la artritis reumatoide, ha sido sustituida en gran medida por compuestos relacionados que no producen ciertos efectos secundarios indeseables.
La cortisona y otros numerosos esteroides fueron aislados a partir de las secreciones de la corteza suprarrenal en el período 1935-48 por el bioquímico estadounidense Edward C. Kendall tras las observaciones anteriores de que las secreciones de la corteza suprarrenal son esenciales para la vida. Las cantidades de estas sustancias disponibles en fuentes naturales eran demasiado pequeñas para su evaluación clínica, pero se produjo una cantidad útil de cortisona a partir del ácido desoxicólico, un componente de la bilis. En 1948, Kendall y Philip S. Hench probaron la cortisona en pacientes que padecían artritis reumatoide. Sus ensayos clínicos tuvieron un éxito espectacular, y los perfeccionamientos del proceso de preparación redujeron el coste del fármaco de 200 dólares por gramo en 1949 a 50 céntimos en 1965.
La cortisona es activa principalmente como agente para la rápida conversión de proteínas en hidratos de carbono (un glucocorticoide) y hasta cierto punto regula el metabolismo de las sales del organismo (un mineralocorticoide). Sin embargo, la dosis terapéutica, cuando se utiliza como fármaco antiinflamatorio, es mucho mayor que la cantidad normalmente presente en el organismo, y las funciones menores de la hormona se exageran, provocando edema (hinchazón), aumento de la acidez gástrica y desequilibrios en el metabolismo del sodio, el potasio y el nitrógeno. Las continuas investigaciones han dado lugar a fármacos en los que se potencia la actividad de los glucocorticoides y se eliminan prácticamente las acciones indeseables.