«¡Ah, pero es difícil encontrar este rastro de lo divino en medio de esta vida que llevamos, en esta época embobada de ceguera espiritual, con su arquitectura, sus negocios, su política, sus hombres! Cómo no voy a ser un lobo solitario, un ermitaño grosero, ya que no comparto ni uno de sus objetivos ni comprendo uno de sus placeres… No puedo entender qué placeres y alegrías son los que llevan a la gente a los ferrocarriles y hoteles abarrotados, a los cafés abarrotados con la música sofocante y opresiva… No puedo entender ni compartir estas alegrías, aunque estén a mi alcance, por las que otros miles se esfuerzan. Por otra parte, lo que me sucede en mis raras horas de alegría, lo que para mí es dicha y vida y éxtasis y exaltación, el mundo en general lo busca a lo sumo en la imaginación; en la vida lo encuentra absurdo. y de hecho, si el mundo tiene razón, si esta música de los cafés, estos disfrutes masivos de estos hombres americanizados que se complacen con tan poco tienen razón, entonces yo estoy equivocado, estoy loco. Soy el lobo estepario que a menudo me llamo; la bestia extraviada que no encuentra ni hogar ni alegría ni alimento en un mundo que le resulta extraño e incomprensible.»
(cita de la novela)