El colapso de la compañía energética en diciembre de 2001 precipitó lo que se convertiría en la investigación de delitos de cuello blanco más compleja de la historia del FBI.
Los altos cargos de la compañía, con sede en Houston, engañaron a los inversores y se enriquecieron mediante complejos trucos contables, como la sobrevaloración de los activos para aumentar el flujo de caja y las cuentas de resultados, lo que hizo que la compañía fuera aún más atractiva para los inversores. Cuando la empresa se declaró en bancarrota en diciembre de 2001, los inversores perdieron millones, lo que llevó al FBI y a otras agencias federales a investigar.
La enorme magnitud del caso impulsó la creación del Grupo de Trabajo Enron, una mezcla única de investigadores y analistas del FBI, la División de Investigación Criminal del Servicio de Impuestos Internos, la Comisión de Valores y Bolsa y los fiscales del Departamento de Justicia.
Los agentes realizaron más de 1.800 entrevistas y recogieron más de 3.000 cajas de pruebas y más de cuatro terabytes de datos digitalizados. Se incautaron más de 164 millones de dólares; hasta la fecha se han decomisado unos 90 millones para ayudar a compensar a las víctimas. Veintidós personas han sido condenadas por sus acciones relacionadas con el fraude, entre ellas el director general de Enron, el presidente/director de operaciones, el director financiero, el director de contabilidad y otros.