Las hormonas tienen profundos efectos en su salud mental, emocional y física. Es bien sabido que son la salsa especial que hace que las mujeres sean fisiológicamente «mujeres», desde el ciclo mensual hasta el embarazo. Es menos conocido que las hormonas también tienen un profundo efecto en nuestra salud mental y emocional. El estrógeno y la progesterona son las dos hormonas que trabajan juntas en un delicado equilibrio de crecimiento y estabilización para apoyar la fisiología femenina. El estrógeno es la hormona responsable del «crecimiento», inicia el desarrollo de las mamas en la pubertad y prepara el endometrio para el crecimiento potencial de un bebé cada mes. A lo largo de la vida contribuye al almacenamiento de grasa, mantiene el tejido óseo y vaginal, y desempeña un papel en la síntesis de los neurotransmisores dopamina y serotonina.

La progesterona proporciona un efecto estabilizador y evita que el estrógeno se «desborde». Ayuda a quemar grasa, mejora el equilibrio del azúcar en la sangre y contribuye al crecimiento de los huesos. Entre los 35 y 50 años, el nivel de progesterona de una mujer disminuye considerablemente en relación con el estrógeno. Hasta ese momento, el estrógeno y la progesterona se encuentran en un estado más equilibrado. Este cambio supone una reducción del 35% de los estrógenos y la friolera del 75% de la progesterona. Sin una cantidad suficiente de progesterona para mantener el estrógeno bajo control, los efectos fisiológicos del estrógeno se exageran, manifestándose en síntomas que hacen que las mujeres se sientan desequilibradas, incluyendo efectos emocionales como la dificultad para concentrarse, la falta de memoria y el llanto, y efectos físicos como la hinchazón, los pechos sensibles y la retención de líquidos. Esta deficiencia relativa de progesterona en comparación con el estrógeno se denomina «dominio del estrógeno».

Cuando uno se siente desequilibrado, es más propenso a recurrir a alimentos como los azúcares simples y los hidratos de carbono que proporcionan un subidón temporal de energía. Estos picos de azúcar provocan estrés en el cuerpo, lo que aumenta las hormonas que denominamos «adrenalina»: cortisol, norepinefrina y epinefrina. A continuación, la hormona insulina almacena el azúcar en forma de grasa abdominal. La grasa del vientre actúa como un órgano en su capacidad de crear hormonas en este tejido graso a través de un proceso llamado «aromatización». El estrógeno aumenta como resultado de la grasa del vientre, así como la testosterona. Estas hormonas conducen a más grasa del vientre, y este ciclo de desequilibrio hormonal que conduce a las malas elecciones dietéticas que conducen a más grasa del vientre se convierte en un círculo vicioso que es difícil de romper.

Salir de esta montaña rusa puede parecer desalentador y muchas personas pueden no saber por dónde empezar. ¡Es más fácil de lo que crees! El Centro de Investigación Metabólica ofrece una prueba de saliva simple y no invasiva que puede hacer en la privacidad de su propia casa, que medirá con precisión sus niveles de hormonas y cortisol. Una vez identificados los posibles desequilibrios, se puede establecer un plan de tratamiento específico e individualizado. Desengáñese hoy mismo y pregunte a un consultor de MRC sobre esta sencilla y precisa prueba.

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