La Desensibilización y Reprocesamiento por Movimientos Oculares (EMDR) ha demostrado ser un método eficaz en el tratamiento de las personas expuestas a acontecimientos traumáticos. Descubierto involuntariamente por la psicóloga Francine Shapiro en 1987, observó que el movimiento rápido de los ojos «producía un alivio dramático de su angustia» (Van Der Kolk, p. 253). Mediante el uso de la EMDR, los pacientes pueden volver a visitar experiencias traumáticas pasadas sin recreaciones dolorosas que, de otro modo, podrían dar lugar a una nueva traumatización. La EMDR consta de ocho fases: toma de historia, preparación, evaluación, desensibilización, exploración corporal, cierre y reevaluación (Rousseau, 2018). El tratamiento EDMR es mínimamente invasivo para el paciente, ya que no requiere que hable de su experiencia traumática. En cambio, la EMDR se centra en estimular y abrir el proceso asociativo, ya que «los terapeutas piden a sus clientes que mantengan en su mente los recuerdos de los estímulos que provocan ansiedad -por ejemplo, los recuerdos dolorosos de un accidente aterrador-. Mientras lo hacen, los clientes siguen con la mirada los movimientos de los dedos del terapeuta hacia atrás y hacia delante» (Arkowitz, 2012). Este proceso ayuda a tomar recuerdos e imágenes vagamente asociados del pasado del paciente y a unirlos para obtener una perspectiva más completa de la experiencia traumática. A través de estudios, se ha demostrado que el sueño de movimientos oculares rápidos (REM) «remodela la memoria aumentando la huella de la información emocionalmente relevante mientras ayuda a que el material irrelevante se desvanezca» y «da sentido a la información cuya relevancia no está clara mientras estamos despiertos y la integra en el sistema de memoria más amplio» (Van Der Kolk, p. 262). En general, las personas afectadas por el TEPT tienen dificultades para alcanzar y mantener el sueño REM. Dado que la EMDR imita el sueño REM mediante el movimiento de los ojos de un lado a otro de forma rápida, «la EMDR debería ser capaz de aprovechar los procesos dependientes del sueño, que pueden estar bloqueados o ser ineficaces en los afectados por el TEPT, para permitir un procesamiento eficaz de la memoria y la resolución del trauma» (Van Der Kolk, p. 263). Al entrar en sintonía con el contexto de las emociones y sensaciones relacionadas con los acontecimientos traumáticos, los pacientes pueden aprender a superar las reacciones físicas que antes estaban dictadas por la huella del pasado.

Muchos de los que experimentan acontecimientos traumáticos intentan suprimir sus recuerdos cerrando «las áreas cerebrales que transmiten los sentimientos y emociones viscerales que acompañan y definen el terror» (Van Der Kolk, p. 94). En un intento de protegerse del pasado doloroso, las víctimas del trauma pueden impedir involuntariamente que se sientan plenamente vivas en el presente. Como resultado, el recuerdo traumático permanece atascado en la mente del paciente, «sin digerir y en bruto» (Van Der Kolk, p. 258). Para poder recuperarse del trauma, es crucial que los pacientes puedan sentirse presentes y ser conscientes de lo que ocurre en su interior. «El núcleo de nuestra autoconciencia se basa en las sensaciones físicas que transmiten los estados internos del cuerpo» (Van Der Kolk, p. 95). La EMDR ayuda a restaurar el «sistema de autoconocimiento» roto de la víctima del trauma y lo reactiva integrando el material traumático en un «acontecimiento coherente del pasado, en lugar de experimentar sensaciones e imágenes divorciadas de cualquier contexto» (Van Der Kolk, p. 257). La EMDR permite al cerebro activar nuevas imágenes, sentimientos y pensamientos a partir de acontecimientos aparentemente no relacionados, al tiempo que restablece el sentido de agencia, compromiso y propiedad de la mente y el cuerpo de los pacientes.

La terapia EMDR también puede utilizarse para ayudar a quienes están de duelo por la pérdida de un ser querido y a quienes padecen enfermedades debilitantes. Los familiares «a menudo son incapaces de recuperar recuerdos positivos del fallecido, lo que agrava y complica aún más el proceso de duelo» (Shapiro, 2014). Del mismo modo, aquellos que experimentan una condición médica trágica, como las víctimas de quemaduras o amputados, pueden beneficiarse de EMDR. En ambos ejemplos, el tratamiento EMDR ayuda al individuo a centrarse en experiencias pasadas agradables en lugar de en el presente emocional. El individuo puede entonces marcar su duelo como un punto específico en el tiempo y comenzar a entender que su evento trágico no es lo que lo define como persona y comenzar a sanar emocionalmente.

Los pacientes mostraron mejoras dramáticas con muy pocos tratamientos EMDR. En un estudio de doce individuos, el Dr. Van Der Kolk encontró que después de sólo tres sesiones de EMDR, «ocho de los doce habían mostrado una disminución significativa en sus puntuaciones de TEPT» (Van Der Kolk, p. 256). También se descubrió que las puntuaciones del TEPT de los pacientes mejoraron sustancialmente más que las de aquellos que utilizaron productos farmacéuticos (Prozac) para el tratamiento. Después de varios tratamientos de EMDR, los pacientes fueron capaces de integrar sus recuerdos traumáticos y seguir mejorando hasta el punto de que muchos se curaron de sus dolencias y siguieron curados meses después del tratamiento, a diferencia de los que recayeron una vez que dejaron la medicación. Además, la Dra. Francine Shapiro descubrió: «Veinticuatro ensayos controlados aleatorios apoyan los efectos positivos de la terapia EMDR en el tratamiento de traumas emocionales y otras experiencias vitales adversas relevantes para la práctica clínica. Siete de 10 estudios informaron que la terapia EMDR es más rápida y/o más eficaz que la terapia cognitiva conductual centrada en el trauma. Doce estudios aleatorios del componente de movimientos oculares observaron una rápida disminución de las emociones negativas y/o de la vivacidad de las imágenes perturbadoras, y otros ocho informaron de una variedad de otros efectos en la memoria. Otras numerosas evaluaciones documentan que la terapia EMDR proporciona alivio de una variedad de quejas somáticas» (Shaprio, 2014). La EMDR ha demostrado ser una opción de tratamiento eficaz, mínimamente invasiva y duradera para las víctimas del trauma. Este enfoque holístico puede resultar más beneficioso para las víctimas de traumas que otros tratamientos más invasivos o dependientes de fármacos que pueden no tener resultados tan duraderos.

Aunque gran parte de la investigación sobre el tratamiento EMDR ha demostrado «que el procesamiento de los recuerdos de tales experiencias (vitales adversas) da lugar a la rápida mejora de las emociones negativas, las creencias y las sensaciones físicas (Shapiro, 2014), hay una limitación evidente en EMDR. Se ha descubierto que no es tan eficaz en los pacientes que han experimentado traumas en la infancia. El Dr. Van Der Kolk sugiere que EMDR no funciona tan bien en los niños debido a los cambios mentales y biológicos que ocurren en los niños que experimentan abuso infantil crónico. Dado que la vida de un niño maltratado puede tener una variedad de «desencadenantes», es posible que no puedan distinguir su trauma como un hecho aislado del pasado del que pueden salir adelante, como intenta hacer la EMDR. Los niños maltratados suelen carecer de una base segura y de un apego seguro con cuidadores afectuosos. «Un apego seguro combinado con el cultivo de la competencia construye un locus de control interno» (Van Der Kolk, p. 115). Sin estas habilidades primitivas, los cambios fisiológicos en los niños después de experimentar un evento traumático pueden dificultar que se liberen del pasado, ya que podría ser más difícil para ellos mirar hacia adentro y darse cuenta de que no son la causa de su propio trauma. No obstante, el EMDR es una herramienta extremadamente útil que puede utilizarse en el ámbito médico tanto para los pacientes como para los familiares. Este tratamiento puede ayudar a los profesionales de la salud mental a determinar qué experiencias adversas están afectando a un individuo para que pueda producirse una resolución psicológica y física.

Van der Kolk, B. A. (2014). El cuerpo lleva la cuenta: Cerebro, mente y cuerpo en la curación del trauma. Nueva York: Viking Penguin

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