Ejemplo: Dos árboles se han caído durante una noche de viento. Piensa en estas dos posibles explicaciones:
- El viento los ha derribado.
- Dos meteoritos han derribado un árbol cada uno y, tras chocar con los árboles, se han golpeado mutuamente eliminando cualquier rastro de ellos.
Aunque ambas cosas son posibles, para que los meteoritos hayan derribado los árboles también tendrían que ocurrir otras cosas poco probables, por ejemplo: tendrían que chocar entre sí y no dejar ninguna marca. Además, los meteoritos son bastante raros. Dado que esta segunda explicación necesita que se cumplan varios supuestos, probablemente sea la respuesta equivocada. La navaja de Occam nos dice que el viento derribó los árboles, porque esta es la respuesta más simple y por lo tanto probablemente la correcta.
Ejemplo: Una persona está en lo alto de un tejado y deja caer una pluma. Al calcular el tiempo que tarda la pluma en llegar al suelo, para simplificar las matemáticas, se podría hacer una suposición: que se puede ignorar el efecto de la resistencia del aire. Esta suposición simplifica el problema, pero es poco probable que conduzca a una buena predicción del tiempo que tardará la pluma en caer. Por lo tanto, suponer que se puede ignorar la resistencia del aire no es en este caso lo más «simple» en concepto, sino lo más simple en otros aspectos (en este caso, las matemáticas). No hacer la suposición aquí es lo más «simple» en concepto porque implica hacer menos suposiciones.
La navaja de Occam también aparece en medicina. Cuando hay muchas explicaciones para los síntomas, el diagnóstico más simple es el que hay que probar primero. Si un niño tiene mocos, probablemente tenga un resfriado común y no un raro defecto de nacimiento. A los estudiantes de medicina se les suele decir: «Cuando oigáis el ruido de los cascos, pensad en caballos, no en cebras».