Una de las partes más extrañas de ser picado por una garrapata es la increíble tenacidad de este insecto arácnido: Si una garrapata te perfora la piel y no te la quitas, puede aguantar durante días, mientras te chupa la sangre y aumenta de tamaño.

Del vídeo © Dania Richter

A pesar de que se ha investigado mucho sobre las garrapatas y las enfermedades que transmiten, los científicos nunca han entendido del todo el mecanismo por el que los insectos utilizan su boca para penetrar en la piel y adherirse tan profundamente. Para ello, un grupo de investigadores alemanes ha utilizado recientemente microscopios especializados y cámaras de vídeo de alta velocidad para captar en tiempo real a una garrapata del ricino introduciéndose en la piel desnuda de un ratón.

Su trabajo, publicado hoy en Proceedings of the Royal Society B, ha aportado todo tipo de nuevas revelaciones sobre la estructura y la función de las piezas bucales de la garrapata. Sin embargo, la parte más espeluznante de la investigación es el vídeo microscópico que capturaron, que se muestra arriba a velocidad acelerada.

El equipo de científicos, dirigido por Dania Richter, de la Facultad de Medicina de la Charité, en Berlín, llevó a cabo el trabajo colocando cinco garrapatas en las orejas de ratones de laboratorio y dejando que se saciaran de sangre. Sin embargo, sin que las garrapatas lo supieran, habían sido grabadas por una cámara, y al analizar las imágenes, junto con imágenes detalladas de los apéndices bucales de las garrapatas obtenidas con un microscopio electrónico de barrido, los investigadores descubrieron que las picaduras de los insectos son en realidad un proceso altamente especializado de dos pasos.

Para empezar, después de que la garrapata haya subido a bordo de un animal huésped, un par de estructuras afiladas llamadas quelíceros, que se encuentran en el extremo de su apéndice de alimentación, se alternan para asomar hacia abajo. A medida que van excavando, sus extremos con púas impiden que se salgan, y la garrapata se aloja lenta y superficialmente en la piel, como se ve en los primeros segundos del vídeo.

Una vista microscópica del apéndice de alimentación de una garrapata, con los quelíceros en la parte superior (las puntas articuladas etiquetadas como cd, la parte telescópica etiquetada como cm) y el hipostoma en la parte inferior (etiquetado como hy). Imagen vía Ritcher et. al.

Después de unos 30 de estos pequeños movimientos de excavación, la garrapata pasa a la segunda fase (que se muestra justo después de que el vídeo de arriba se acerque). En este momento, el insecto flexiona simultáneamente ambos quelíceros telescópicos, haciendo que se alarguen, y los separa en lo que los investigadores llaman «un movimiento de braza», formando una forma de V.

Un esquema del «movimiento de braza» del apéndice de alimentación de la garrapata, que le permite penetrar profundamente en la piel. De un vídeo © Dania Richter

Cuando las puntas de los quelíceros están ancladas en la piel, al flexionarlas hacia fuera penetran aún más profundamente. Cuando esto ocurre, el hipostoma de la garrapata -una lanza afilada y con púas aún más gruesas- se sumerge en la piel del huésped y se adhiere firmemente.

La garrapata no ha terminado, sin embargo: repite este mismo movimiento de pecho cinco o seis veces seguidas, empujando el hipostoma más y más profundamente hasta que está completamente implantado. Con el hipostoma firmemente implantado, la garrapata comienza a extraer sangre -succionando el fluido hasta su boca a través de un canal acanalado que se encuentra entre los quelíceros y el hipostoma- y, si se deja interrumpido, continuará hasta saciarse días después.

Esta nueva comprensión de cómo las garrapatas logran esta hazaña, dicen los investigadores, podría ayudarnos algún día a averiguar cómo prevenir la transmisión del riesgo más temido de una picadura de garrapata: la enfermedad de Lyme. Los científicos saben que la enfermedad está causada por varias especies diferentes de bacterias que se adhieren al revestimiento interior del intestino de la garrapata y suelen dar el salto al torrente sanguíneo del ser humano sólo después de un día completo de alimentación. Saber cómo las garrapatas son capaces de adherirse con tanta obstinación podría permitirnos determinar un medio para frustrar sus avances, antes de que las bacterias portadoras de Lyme tengan la oportunidad de cruzar la barrera de las especies.

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