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Dic 13, 2021

En la actualidad, la infección vírica sigue siendo una amenaza común para la salud pública en los países en desarrollo (Liu et al., 2013; Mao et al., 2013; Zhang y Wang, 2014). La rabia humana sigue siendo un asunto de gran preocupación mundial, con una letalidad de casi el 100% (Willoughby et al., 2005; Takayama, 2008). El virus de la rabia pertenece al tipo de virus neurotrópico del género Lyssavirus, y la enfermedad se presenta como una encefalomielitis deteriorante y es endémica en gran parte del mundo, especialmente en África y Asia (Fooks et al., 2014). Datos anteriores han demostrado que, a nivel mundial, la rabia causa aproximadamente 59 000 muertes humanas al año (Hampson et al., 2011). Afortunadamente, la rabia humana puede tratarse mediante la administración oportuna de profilaxis postexposición (PEP). Hoy en día, la inmunización con la vacuna antirrábica se ha convertido en una práctica estándar para las personas que han sufrido mordeduras o arañazos de un animal, o que han estado expuestas a los fluidos corporales de un animal infectado (Willoughby et al., 2005; Johnson et al., 2014). Sin embargo, recientemente nos hemos encontrado con un caso de rabia humana que surgió a través de un método de transmisión poco común, y creemos que se puede y debe aprender de este incidente.

El 22 de junio de 2014, un trabajador varón de mediana edad sufrió una laceración en el pulgar derecho con un cuchillo de corte. La herida era de 1,5 cm de longitud y se acompañaba de una hemorragia mínima. Una vez limpiada, desinfectada y suturada, la herida fue vendada con una gasa. Como parte del tratamiento, el paciente recibió una administración de antitoxina tetánica. El 6 de julio se retiraron las suturas y se observó que la herida estaba cicatrizando bien y posteriormente se volvió a vendar con gasas. El 7 de julio, un familiar del hombre fue mordido en la pantorrilla derecha por un perro callejero en una estación de servicio de la autopista. Cuando asistió a su pariente, la gasa del hombre se contaminó con la sangre del pariente. La gasa se desechó inmediatamente, pero no buscó más atención médica ni se vacunó contra la rabia. El 1 de septiembre, empezó a experimentar agitación nocturna y trastornos del sueño. El 9 de septiembre, sufrió parestesias en la extremidad superior derecha, en forma de sensaciones de arrastre y picor. El 10 de septiembre, experimentó síntomas más graves, como fotofobia, hidrofobia, anemofobia, espasmos musculares faríngeos, sudoración excesiva, salivación, opresión en el pecho, irritabilidad y delirio. Fue trasladado a nuestro hospital y se sospechó de rabia por la presentación clínica. Se aisló al paciente en una habitación individual tranquila y se le aconsejó que evitara la luz y la estimulación; también se le proporcionó sedación. Se recogieron muestras de saliva del paciente y se analizaron en el Laboratorio Estatal Clave de Diagnóstico y Tratamiento de Enfermedades Infecciosas (Hangzhou, China), y una reacción en cadena de la polimerasa con transcripción inversa anidada (RT-PCR) confirmó la presencia del ARN del virus de la rabia (Fig. (Fig.1).1). El kit de transcripción inversa-reacción en cadena de la polimerasa (RT-PCR) para la detección del ARN del virus de la rabia fue adquirido a TaKaRa Biotechnology Co. (Dalian, China). El paciente se deterioró notablemente tras el ingreso, y experimentó lapsos de conciencia y convulsiones. A la 1:00 p.m. del 11 de septiembre, sufrió un paro cardíaco y respiratorio, y luego murió después de que los intentos de reanimación resultaran infructuosos. Por el contrario, el familiar que fue mordido por el perro rabioso fue inoculado a tiempo con la vacuna antirrábica y no sufrió complicaciones.

Electroforesis en gel de agarosa de la RT-PCR anidada que identifica el ARN del virus de la rabia en el fragmento objetivo de 255 pb

M: Marcador DL2000; 1-5: muestras de saliva

En la actualidad, la mayoría de los países desarrollados han eliminado efectivamente la rabia de sus poblaciones de perros domésticos (Coleman et al., 2004). Sin embargo, como país en desarrollo, la rabia humana sigue siendo un riesgo sanitario importante en algunas zonas de China. Los países o regiones más pobres son más vulnerables a la amenaza de una epidemia de rabia, ya que la administración de vacunas para perros domésticos no está extendida ni es consistente (Hampson et al., 2015).

En general, la rabia humana tiene manifestaciones clínicas únicas que se distinguen fácilmente de otras condiciones, y la muerte suele ser inevitable tras el inicio clínico. La información sobre si el paciente fallecido tenía o no antecedentes de mordeduras de animales o de exposición a fluidos corporales de animales suele ser fundamental para orientar el diagnóstico lejos de la rabia. Sin embargo, el caso mencionado fue inusual debido al método de transmisión del virus, es decir, que es posible que el virus de la rabia se transmitiera indirectamente de una persona a otra a través de la exposición de la piel dañada a la sangre contaminada con saliva de un individuo mordido por un perro rabioso.

Por lo tanto, una lección clave que revela el caso actual es que en los casos en los que la piel o las membranas mucosas rotas han sido expuestas a la sangre contaminada con saliva de un individuo que ha sido mordido por un animal, éste debe recibir un tratamiento oportuno de la herida y la administración inmediata de la vacuna contra la rabia y/o la inmunoglobulina contra la rabia humana.

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