La ira es una emoción humana básica que experimentan todas las personas. Típicamente desencadenada por un daño emocional, la ira se experimenta generalmente como un sentimiento desagradable que se produce cuando pensamos que hemos sido heridos, maltratados, nos oponemos a nuestros puntos de vista de larga data, o cuando nos enfrentamos a obstáculos que nos impiden alcanzar objetivos personales.
La experiencia de la ira varía ampliamente; la frecuencia con la que se produce la ira, la intensidad con la que se siente y su duración son diferentes para cada persona. Las personas también varían en cuanto a la facilidad con la que se enfadan (su umbral de ira), así como en cuanto a lo cómodos que se sienten al sentirse enfadados. Algunas personas se enfadan siempre, mientras que otras rara vez se sienten enfadadas. Algunas personas son muy conscientes de su enfado, mientras que otras no reconocen el enfado cuando se produce. Algunos expertos sugieren que el adulto medio se enfada aproximadamente una vez al día y se enfada o molesta unas tres veces al día. Otros expertos en control de la ira sugieren que enfadarse quince veces al día es más bien una media realista. Independientemente de la frecuencia con la que experimentemos la ira, es una emoción común e inevitable.
La ira puede ser constructiva o destructiva. Cuando se gestiona bien, la ira o el enfado tienen muy pocas consecuencias perjudiciales para la salud o las relaciones interpersonales. En su origen, la ira es una señal de que algo en su entorno no está bien. Capta tu atención y te motiva a tomar medidas para corregir ese mal. Sin embargo, la forma en que acabas manejando la señal de ira tiene consecuencias muy importantes para tu salud y bienestar general. Cuando expresas tu ira, tus acciones provocan que los demás también se pongan a la defensiva y se enfaden. La presión sanguínea aumenta y las hormonas del estrés fluyen. Puede surgir la violencia. Puede adquirir la reputación de ser un peligroso «bala perdida» que nadie quiere tener cerca.
La ira descontrolada aleja a amigos, compañeros de trabajo y familiares. También tiene una clara relación con los problemas de salud y la mortalidad temprana. La ira hostil y agresiva no sólo aumenta el riesgo de una muerte prematura, sino también el riesgo de aislamiento social, que en sí mismo es un importante factor de riesgo de enfermedad grave y muerte. Éstas son sólo dos de las muchas razones por las que aprender a controlar adecuadamente la ira es una buena idea.