«En consecuencia, el interpreta ‘have a nice day’ como insincero porque no ve la amabilidad que pretende el mensaje». Mientras que un estadounidense, argumenta, se tomará el enunciado literalmente, aunque sea un lugar común, y lo echará de menos si no está presente.
«Cuando los estadounidenses entran en tiendas británicas en las que los vendedores no participan en la venta de ‘que tenga un buen día'», continúa, «a menudo juzgan a los británicos como si no tuvieran sentido de la atención al cliente».
¿Así que la cortesía, ya sea real o superficial, está arraigada en el alma estadounidense? Tal vez sí. Porque si se puede encontrar a Twain mirándola por debajo de la nariz y por encima del bigote en 1880, también se puede encontrar al profesor estadounidense Walter Raleigh Houghton saludando sus valores en 1883.
«No se puede exagerar la importancia de ser educado», reflexiona en American Etiquette and Rules of Politeness. «De todas las adquisiciones sociales de la actualidad, ocupa el primer lugar. Para ser responsable o respetado, para ser un caballero o una dama, hay que ser educado… La cortesía es una virtud… Si no está a la altura de las virtudes de la verdad, la honestidad y el amor al prójimo, es la consecuencia de ellas y, al mismo tiempo, el índice de las mismas».
Pero si la cortesía está cosida en el tejido estadounidense -lo suficiente como para que los hombres de letras victorianos la sopesen y la midan-, ¿no viene parte de su ADN de Gran Bretaña?
También es difícil señalar el primer uso registrado de «have a nice day», pero se puede detectar en el texto de Layamon’s Brut – una crónica de Gran Bretaña en inglés medio, escrita en algún momento entre 1190 y 1215, con su instrucción de «habbeð alle godne dæie».
Y, sin duda, lo encontrará si recorre las numerosas páginas de la obra del siglo XIV de Geoffrey Chaucer, Los cuentos de Canterbury, y acuda en particular a El cuento del caballero, con su detalle de que «hoom wente every man the righte way; there was namoore but ‘fare wel, have a good day'».
Tal vez no es que los americanos tengan una cortesía intrínseca – sino que los británicos hemos olvidado la nuestra.