El 12 de enero de 2010, un terremoto de 7 grados de magnitud sacudió las cercanías de Puerto Príncipe (Haití), causando la muerte de unas 220.000 personas, 300.000 heridos y el desplazamiento de 1,5 millones de personas de sus hogares. El terremoto destruyó las infraestructuras, provocó una profunda recesión económica y dio lugar al primer brote de cólera del país, que se convirtió en una epidemia.
«Haití era el país más pobre del hemisferio norte antes de que se produjera el terremoto, y su población ya se enfrentaba a flagrantes necesidades insatisfechas», afirma Cédric Piriou, director nacional de Acción contra el Hambre en Haití. «Esta catástrofe puso de manifiesto las deficiencias que existían desde hacía tiempo en la gobernanza, las infraestructuras y los sistemas básicos del país».
En las primeras horas del terremoto, Acción contra el Hambre, que trabaja en Haití desde 1985, movilizó a nuestros equipos de emergencia para salvar vidas y satisfacer las necesidades humanitarias urgentes. En los primeros días y semanas de nuestra respuesta, proporcionamos alimentos y agua de emergencia e instalamos letrinas, estaciones de lavado de manos y puntos de tratamiento de agua. Establecimos centros de salud y nutrición especializados para ayudar a las madres y a los niños pequeños. También pusimos en marcha programas de dinero por trabajo, que permitían a la gente obtener ingresos.
Fedia, una mujer joven, fue una de las millones de personas que perdieron sus hogares: la casa de sus padres se derrumbó durante el terremoto, obligando a su familia de siete miembros a dormir primero en las calles y luego en las ruinas de su casa. Mientras luchaban por sobrevivir, la familia se enfrentó a otra crisis: La hermana de Fedia murió mientras daba a luz a su hijo, Deverly, y Fedia carecía de recursos suficientes para cuidar de su sobrino recién nacido.
En aquella época, la leche de fórmula para bebés en Haití era exorbitantemente cara: un suministro para tres días costaba los ingresos de todo un día. Finalmente, Fedia encontró las tiendas de campaña para bebés de Acción contra el Hambre, donde podía llevar a su sobrino y recoger la leche de fórmula, conocer a otras familias en situaciones similares y aprender sobre el desarrollo infantil, la nutrición saludable y las buenas prácticas de higiene.
En los meses posteriores al terremoto, Fedia creía que su familia había sido relativamente afortunada y se alegraba de ver a Deverly crecer con fuerza. Aunque su hogar tenía acceso a algunos suministros básicos, Fedia sabía que la recuperación sería un camino difícil:
«TARDARÁ MUCHO TIEMPO HASTA QUE LAS COSAS MEJOREN. A MI HERMANO Y A MÍ NOS GUSTARÍA TRABAJAR Y AYUDAR A MANTENER A LA FAMILIA, PERO NECESITAMOS ALGO MÁS QUE AYUDA DE EMERGENCIA: NECESITAMOS ESCUELAS, CENTROS DE SALUD Y DESARROLLO ECONÓMICO. Al obtener un ingreso, podremos tomar la vida en nuestras manos y ofrecer un mejor futuro a nuestros hijos».
Una década después, los escombros han desaparecido. Pero, desgraciadamente, las palabras de Fedia siguen siendo la realidad para demasiados haitianos.
El terremoto puso de manifiesto las profundas debilidades de Haití, y también reveló los grandes fallos de los sistemas globales de ayuda humanitaria e internacional. Aunque generosos, en la prisa por proporcionar asistencia para salvar vidas, muchos donantes y organizaciones internacionales no incluyeron suficientemente a la población o las instituciones locales en la planificación o ejecución de sus programas, perdiendo así conocimientos y experiencia locales cruciales. La isla es un lugar complejo y difícil de operar, y las catástrofes menores, como la sequía y los huracanes, retrasaron aún más el progreso.
Hoy en día, 3,67 millones de personas en Haití están experimentando una grave crisis de hambre debido a la volatilidad política, las luchas económicas y las recurrentes catástrofes naturales y provocadas por el hombre, una cifra que sólo se espera que aumente en los próximos meses, ya que el acceso a los servicios básicos se ve obstaculizado por los disturbios.
«La frágil economía de Haití ha impedido que los hogares vulnerables recuperen sus medios de vida desde el terremoto, a pesar de las contribuciones financieras realizadas por los donantes internacionales y la diáspora haitiana», afirma Piriou. «Haití debe reinventar su modelo económico, pero la inestabilidad, la falta de infraestructuras básicas y los enormes desafíos estructurales limitan las oportunidades de su población».
Por eso, tras los primeros años de respuesta de emergencia al terremoto, Acción contra el Hambre y muchas organizaciones de Haití pasaron a adoptar un enfoque a largo plazo para la recuperación y el desarrollo, abordando los problemas estructurales y fortaleciendo la capacidad de recuperación y económica de las comunidades haitianas. Lanzamos programas en las regiones de Artibonite y Noroeste para proporcionar protección social y apoyo estructural a las familias. Promovemos la agricultura local, proporcionamos vales de alimentos frescos, construimos una red de agua potable y nos asociamos con instituciones locales para reducir la inseguridad alimentaria y prevenir la desnutrición infantil. Nuestro personal -el 98% de los cuales son haitianos- también sigue preparándose y respondiendo a las emergencias, como la epidemia de cólera y el huracán Matthew en 2016.
«LO QUE ME DA ESPERANZA ES LA GENTE DE HAITÍ: NUESTRO PERSONAL, LAS COMUNIDADES CON LAS QUE TRABAJAMOS. EN TODOS LOS NIVELES, EMPODERAMOS A LOS ACTORES LOCALES Y REFORZAMOS EL CAMBIO LIDERADO LOCALMENTE. POR ESO NOS ESFORZAMOS POR ALCANZAR LOS MÁS ALTOS ESTÁNDARES ÉTICOS Y PROGRAMÁTICOS, PARA QUE TODOS LOS QUE TRABAJAN AQUÍ Y TODOS CON LOS QUE TRABAJAMOS ESTÉN ORGULLOSOS DE LO QUE HACEMOS Y DE CÓMO LO HACEMOS. ASÍ ES COMO DESEMPEÑAMOS UN PAPEL EN LA CONSTRUCCIÓN DE UN FUTURO MEJOR PARA HAITÍ»
- CÉDRIC PIRIOU, DIRECTOR NACIONAL DE ACCIÓN CONTRA EL HAMBRE EN HAITÍ
POR ACCIÓN. CONTRA EL HAMBRE.
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