En diciembre de 1955, la negativa de Rosa Parks, como mujer negra, a ceder su asiento en un autobús segregado en Montgomery, Alabama, provocó un boicot de autobuses en toda la ciudad. Esa protesta concluyó con éxito un año después, cuando el Tribunal Supremo dictaminó que los autobuses debían estar integrados.

Pasarían décadas antes de que el papel de Parks en el boicot la convirtiera en una figura respetada en todo el país; entre el boicot a los autobuses y el reconocimiento generalizado de su labor, la vida de Parks abarcó tanto dificultades como triunfos.

Parks y su marido perdieron sus trabajos tras el boicot

Poco después de que comenzara el boicot a los autobuses de Montgomery, Parks perdió su trabajo como ayudante de sastre en los grandes almacenes Montgomery Fair. Su marido Raymond también tuvo que dejar su trabajo como barbero en la Base de la Fuerza Aérea de Maxwell porque se le había ordenado no hablar de su esposa.

Sin embargo, la conclusión del boicot no facilitó que ninguno de los dos volviera a ganarse la vida: Parks estaba demasiado identificada con la protesta como para que ella o su marido consiguieran otro trabajo fijo en Alabama.

Parks había sido una voluntaria dedicada a la Montgomery Improvement Association (MIA), un grupo local que había ayudado a coordinar el boicot, pero la organización no la contrató, como tampoco lo hizo ningún otro grupo de derechos civiles. A pesar de sus contribuciones, como viajar a dar charlas sobre el boicot para recaudar fondos para la MIA y la NAACP, los dirigentes masculinos no se identificaron con las necesidades de Parks.

También había celos entre los locales por la cantidad de atención que había recibido Parks. Al final, decidió que su única opción era abandonar Alabama con su marido y su madre.

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Su familia se trasladó a Detroit, con la esperanza de encontrar trabajo

En 1957, Parks y su familia se fueron a Detroit, donde vivían su hermano y su primo. Por desgracia, encontrar trabajo allí tampoco era fácil. Parks pronto se dirigió a Virginia para aceptar un trabajo como anfitriona en el Holly Tree Inn del Instituto Hampton. Pero cuando el alojamiento prometido para su madre y Raymond nunca llegó, Parks regresó a Detroit al final del semestre de otoño de 1958.

De vuelta a Detroit, Raymond tuvo que pasar por la formación requerida antes de poder convertirse en barbero y Parks sólo pudo encontrar trabajos de costura a destajo. Luego tuvo que ser operada de una úlcera (una condición que se había desarrollado bajo el estrés del boicot a los autobuses), y necesitó que le extirparan un tumor de la garganta.

Los costes médicos y las dificultades de trabajar mientras estaba enferma llevaron a Parks y a su familia al límite. En julio de 1960, la revista Jet la describió como un «guiñapo de su antiguo yo: sin dinero, agobiada por las deudas, enferma de úlceras de estómago y con un tumor en la garganta, comprimida en dos habitaciones con su marido y su madre».

Rosa Parks hablando al final de la marcha por los derechos civiles de Selma a Mongomery de 1965.

Foto: Stephen F. Somerstein/Getty Images

Las cosas finalmente empezaron a cambiar para la familia Parks en 1961

Parks había seguido participando en la lucha por los derechos civiles después de mudarse a Detroit, pero no tenía el título universitario requerido para ocupar puestos en organizaciones como la NAACP. Y, al igual que en Alabama, nadie en la dirección, mayoritariamente masculina, trató de ayudarla a conseguir un trabajo.

Algunas ayudas llegaron a Parks, sobre todo después de que sus problemas se hicieran más públicos, y la NAACP acabó pagando su factura del hospital, que había pasado a ser de cobro.

Para la primavera de 1961, su situación era mejor: Raymond trabajaba como peluquero mientras que ella estaba lo suficientemente sana como para tener un trabajo fijo como costurera en la Stockton Sewing Company. Allí hacía jornadas de 10 horas y le pagaban 75 centavos por cada pieza de los delantales y faldas que terminaba, lo que sumaba lo suficiente para vivir.

Parks trabajó estrechamente con Martin Luther King Jr. y Malcolm X

Al haber trabajado con Martin Luther King Jr. en el boicot de autobuses, Parks realmente admiraba al líder de los derechos civiles. En la convención anual de la Conferencia de Liderazgo Cristiano del Sur en 1962, vio cómo un hombre atacaba a King y cómo éste se aseguraba de que el atacante no sufriera represalias. Tras su asesinato en 1968, viajó a Memphis para apoyar una marcha de trabajadores sanitarios en la que había participado King, antes de asistir al funeral de éste.

Pero Parks también encontró mucho que apreciar en el liderazgo de Malcolm X. Sus creencias se alineaban más con las de Malcolm, y diferían de las de King, sobre los límites de la no violencia.

En una entrevista de 1967, Parks declaró: «Si podemos protegernos contra la violencia, no es realmente violencia de nuestra parte. Es sólo autoprotección, tratar de evitar ser víctimas de la violencia».

Martin Luther King Jr. esbozando las estrategias de boicot a sus asesores y organizadores, incluida Rosa Parks.

Foto: Don Cravens/The LIFE Images Collection/Getty Images

Al final consiguió un trabajo como asistente del congresista John Conyers

Después de mudarse a Detroit y a pesar de sus dificultades, Parks siguió comprometida con la ayuda a su comunidad. Se unió a grupos vecinales que se centraban en todo, desde las escuelas hasta el registro de votantes.

En 1964 fue voluntaria en la campaña de John Conyers para el Congreso. El candidato agradeció su apoyo y le atribuyó el mérito de haber conseguido que King Jr. viniera a Detroit y le diera su apoyo. Después de que Conyers ganara las elecciones, contrató a Parks como recepcionista y asistente para su oficina de Detroit. Comenzó en 1965 y permaneció hasta su jubilación en 1988.

El trabajo fue una bendición para la situación económica de Parks, ya que le ofrecía una pensión y un seguro médico. Y Parks destacó en trabajos que iban desde la ayuda a los constituyentes sin hogar hasta unirse a Conyers en la protesta contra una decisión de General Motors de cerrar plantas locales. Además, su pasado no se olvidó; Conyers comentó en una ocasión: «Rosa Parks era tan famosa que la gente pasaba por mi oficina para conocerla a ella, no a mí».

Años después del boicot, Parks seguía siendo un objetivo

Desgraciadamente, Parks no siempre fue universalmente admirada. Para muchos blancos que querían mantener el statu quo racista, era una figura odiada desde el boicot a los autobuses de Montgomery. Durante esa acción, habían hecho llamadas amenazantes y enviado amenazas de muerte. Los ataques habían sido tan venenosos que el marido de Parks, Raymond, sufrió una crisis nerviosa.

Aunque el boicot había terminado en 1956, se siguieron enviando misivas de odio a Parks hasta la década de 1970. La acusaron de traidora y de albergar simpatías comunistas. (Los racistas a menudo consideraban que los afroamericanos no eran capaces de organizarse por sí mismos y tenían que recibir ayuda externa).

Incluso trabajando para Conyers, seguía siendo un objetivo; sandías podridas y correo de odio llegaban para ella a su oficina cuando empezaba allí. Sin embargo, como siempre, esos crueles ataques no impidieron que Parks hiciera su trabajo.

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