Hoy es el Día Internacional del Tigre y, francamente, no hay mucho que celebrar. Las poblaciones de tigres salvajes han caído un 97% en el último siglo y los grandes felinos han perdido el 93% de su hábitat histórico en Asia, según el Fondo Mundial para la Naturaleza.
Este mapa muestra la ubicación de los 3.200 tigres que se calcula que quedan en libertad.
¿Cómo ha ocurrido esto? Los sospechosos habituales: nosotros.
Con el auge de la población humana en Asia, la gente ha talado los bosques donde viven los tigres, empujando al felino a zonas cada vez más reducidas de su hábitat. Esto, a su vez, ha incrementado los conflictos entre el hombre y el tigre, ya que los felinos, privados de sus presas, asaltan el ganado de los agricultores.
La caza furtiva también está diezmando al tigre. «Cada parte del tigre -desde el bigote hasta la cola- se comercializa en los mercados ilegales de animales salvajes», según el WWF. «La caza furtiva es la amenaza más inmediata para los tigres salvajes. En una demanda incesante, sus partes se utilizan para la medicina tradicional, los remedios populares y, cada vez más, como símbolo de estatus entre algunas culturas asiáticas».
El cambio climático está haciendo mella, lenta pero inexorablemente, a medida que el aumento del nivel del mar inunda los Sundarbans, un vasto bosque de manglares que se extiende entre la India y Bangladesh y que alberga la mayor población de tigres del mundo.
La buena noticia es que países como la India están tomando medidas enérgicas para luchar contra la caza furtiva, y las organizaciones internacionales sin ánimo de lucro están desplegando cada vez más tecnología de punta, como los drones, para seguir el rastro de los tigres y encontrar a los cazadores furtivos. Además, el clamor internacional de los ciudadanos de a pie mantiene la presión sobre los gobiernos para evitar que el tigre caiga en el olvido.