¿Te has preguntado alguna vez por esa hermosa mujer que aparece en el cuadro de Miguel Ángel en el techo de la capilla Sixtina, aquella a la que Dios rodea con su brazo mientras su otro brazo se extiende para tocar la mano de Adán?
Algunos historiadores del arte creen que la pequeña rubia era la abuela de Jehová, la Diosa Sophia. En la tradición judeocristiana, la diosa Sofía es el principio, la fuente de la sabiduría y la guardiana del conocimiento de todo lo que es justo y recto. Con su sólida sabiduría y guía, los gobernantes conducen sus reinos a la prosperidad. En la oscuridad y la ignorancia que prosperan en su ausencia, el proverbial páramo carcome el alma y las naciones perecen.
Conocida como la Madre de Todo o simplemente como la Sabiduría, Sofía nació del Silencio según los mitos gnósticos de la creación. Ella dio a luz tanto al Hombre como a la Mujer que juntos crearon todos los elementos de nuestro mundo material.
La Mujer entonces dio a luz a Jehová en todas sus emanaciones. Pero también dio a luz a Ialdabaoth que era conocido como el Hijo de las Tinieblas. Cuando los humanos fueron creados, Sophia los amaba mucho.
Desgraciadamente, su afecto por los humanos despertó los celos tanto de Ialdabaoth como de Jehová. Con la esperanza de mantener a los humanos débiles e impotentes, los hermanos les prohibieron comer el fruto del árbol del conocimiento. La hembra envió entonces su espíritu en forma de serpiente para enseñar a los humanos a desobedecer a los envidiosos dioses.
Sofía amaba tan desesperadamente a los humanos que decidió que viviría entre ellos. Para su consternación, la mayoría de ellos la ignoraron. Intentó hablarles. Cuando hicieron oídos sordos, gritó desde las paredes más altas. Sin embargo, no fue escuchada.
En su angustia por ser tan abandonada, dejó a los humanos con un último pensamiento: Me habéis negado e ignorado, así haré yo cuando la calamidad llegue y pidáis mi ayuda. Sólo aquellos que me busquen seriamente y me amen merecerán mi amor y asistencia.
Hay quienes creen que Sophia, tan desesperada en su deseo de relacionarse, regresó más tarde a los humanos en otro intento de vincularse con ellos. Sophia suele ser simbolizada por la paloma de Afrodita, que más tarde se convirtió en la paloma que representa al Espíritu Santo.
La paloma se le apareció a la Virgen María en forma de Virgen de la Luz, entró en ella y concibió a Jesús. En este sentido, Sophia intentó de nuevo, en forma de hombre, unirse a los mortales que tanto amaba.
Los rasgos de Sophia incluyen: justa, sabia, cariñosa, comunicativa, conocedora, creativa, protectora, dadivosa y veraz.
Una mujer Sophia lo ve y lo dice tal como es; no tiene miedo a la verdad.
Aporta significado a la experiencia humana con su don de comprender «el panorama general». Sólo cuando uno se aleja, adquiriendo cierta distancia emocional, puede ver que incluso las experiencias más traumáticas pueden ser el lugar de nacimiento de sus más preciadas fortalezas. Sólo en momentos de gran estrés se aprecian realmente las hazañas heroicas.
Sofía fue también la madre de la Fe, la Esperanza y la Caridad. Son los regalos de Sofía para nosotros, regalos que pueden superar la desesperación, la confusión y el sufrimiento que enmarcan la vida humana. Sofía te recuerda que la visión clara y la comprensión delinean el camino que conduce al descubrimiento del sentido de tu vida.