En su último boletín, Ann Friedman enlazó a un hilo de Twitter sobre cómo la gente ve el paso del tiempo, a un ensayo sobre la sinestesia del calendario y a este pasaje de la novela de Olga Tokarczuk de 2018, Vuelos:
Una vez en el autobús, expone su teoría del tiempo. Dice que los pueblos sedentarios, los campesinos, prefieren los placeres del tiempo circular, en el que cada objeto y acontecimiento debe volver a su propio comienzo, enroscarse de nuevo en un embrión y repetir el proceso de maduración y muerte. Pero los nómadas y los mercaderes, al emprender sus viajes, tuvieron que idear un tipo de tiempo diferente, que respondiera mejor a las necesidades de sus viajes. Ese tiempo es el tiempo lineal, más práctico porque era capaz de medir el progreso hacia una meta o destino, se eleva en porcentajes. Cada momento es único, ningún momento puede repetirse. Esta idea favorece la asunción de riesgos, vivir la vida al máximo, aprovechar el día. Y, sin embargo, la innovación es profundamente amarga: cuando el cambio a lo largo del tiempo es irreversible, la pérdida y el duelo se convierten en algo cotidiano.
En Keep Going, abogo por una vuelta al tiempo circular, pensando en la vida creativa más bien como un bucle, o una espiral:
La vida creativa no es lineal. No es una línea recta que va del punto A al punto B. Es más bien un bucle, o una espiral, en la que se vuelve a un nuevo punto de partida después de cada proyecto. No importa el éxito que consigas, ni el nivel de logros que alcances, nunca «llegarás» realmente.