La enfermedad de las arterias coronarias se produce cuando la placa se acumula en el interior de las arterias coronarias, estrechándolas y reduciendo el flujo sanguíneo hacia el corazón. La placa endurecida y acumulada puede romperse y dar lugar a coágulos de sangre, y esos coágulos también pueden ralentizar o bloquear el flujo sanguíneo. La enfermedad coronaria puede causar dolor en el pecho, dificultad para respirar y/o latidos irregulares, y puede acabar provocando un ataque al corazón.
Los síntomas de la enfermedad coronaria deben ser evaluados por un médico de inmediato. El médico analizará las opciones de tratamiento que pueden revertir la enfermedad, prevenir la acumulación de placa o reducir el riesgo de que el paciente desarrolle problemas cardíacos. Tanto si la enfermedad acaba de empezar como si se encuentra en una fase más avanzada, los cambios clave en el estilo de vida pueden mejorar los síntomas y las perspectivas a largo plazo, como llevar una dieta saludable para el corazón, reducir el estrés, perder peso, hacer ejercicio y dejar de fumar.
El tratamiento de la enfermedad arterial coronaria también puede requerir una intervención quirúrgica, como la angioplastia, la sustitución del stent, la cirugía de injerto de derivación de la arteria coronaria (CABG) o la cirugía de derivación de la arteria coronaria sin bomba.
A veces la enfermedad arterial coronaria está causada por una irregularidad en la arteria coronaria, como su forma o su ramificación. Esto se conoce como arteria coronaria anómala y, si no se trata, puede causar problemas cardíacos graves e incluso la muerte súbita. El tratamiento se denomina intervención de la arteria coronaria anómala y suele consistir en una angioplastia y la colocación de un stent para abrir la parte bloqueada de la arteria.