Allan Bloom, «Jean-Jacques Rousseau», en History of Political Philosophy, editado por Leo Strauss y Joseph Cropsey (Chicago: University of Chicago Press, 1987) pp.533-553.

Extracto:

Rousseau comienza el Contrato Social con las célebres palabras: «El hombre ha nacido libre, y en todas partes está encadenado. . . . ¿Cómo se ha producido este cambio? No lo sé. ¿Qué puede legitimarlo? Creo que puedo resolver esta cuestión». Con esta afirmación plantea el problema político en su forma más radical y al mismo tiempo sugiere el principio revolucionario de que casi todos los regímenes existentes son ilegítimos. La sociedad civil encadena al hombre y lo convierte en un esclavo de la ley o de otros hombres, mientras que, como hombre, ha nacido para la libertad, para el derecho a comportarse como quiera. Además, la sociedad civil, tal y como está constituida, no tiene derecho a la adhesión moral de sus súbditos; es injusta. El pensamiento político de Rousseau se aleja del presente en ambas direcciones: hacia la feliz libertad del hombre del pasado y hacia el establecimiento de un régimen en el futuro que pueda apelar a la voluntad de quienes están bajo su autoridad. La tarea del filósofo es poner en claro cuál es la verdadera naturaleza del hombre y, sobre esta base, definir las condiciones de un buen orden político. El pensamiento de Rousseau tiene un carácter externamente paradójico, pues parece desear al mismo tiempo contradicciones -la virtud y el sentimiento blando, la sociedad política y el estado de naturaleza, la filosofía y la ignorancia-, pero es notablemente coherente, pues las contradicciones reflejan contradicciones en la naturaleza de las cosas. Rousseau se comprometió a aclarar el significado de la teoría y la práctica modernas, y al hacerlo sacó a la luz consecuencias radicales de la modernidad de las que los hombres no eran conscientes hasta entonces.

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